Le conté que me costaba
conciliar el sueño. Que ciertos personajes históricos poblaban mi mente, aunque
ninguno coincidía con la cronología histórica aprendida. Veía, como en una
nebulosa, a Calígula charlando con Sócrates a cerca de los beneficios de la
cicuta, a Hitler, en cómoda poltrona, leyendo al Mahatma Gandhi o a Borges
y Guy de Maupasant contándose cuentos y hablando de política...,
-Cosas absurdas para la vida real pero no para un sueño -me dijo-; pero hubo algo que pareció no encajar en mi relato: Fue cuando le conté que, con mucha frecuencia, me veía yo mismo charlando con Freud sobre su teoría del inconsciente.
Entonces se levantó y, con cierta complacencia, me invitó a tomar asiento en su propia silla mientras él se recostaba en el diván. Luego, empezó a contarme de sus fantasías sexuales. Me dijo que se llamaba Jack.
De hecho, nunca más volví.
-Cosas absurdas para la vida real pero no para un sueño -me dijo-; pero hubo algo que pareció no encajar en mi relato: Fue cuando le conté que, con mucha frecuencia, me veía yo mismo charlando con Freud sobre su teoría del inconsciente.
Entonces se levantó y, con cierta complacencia, me invitó a tomar asiento en su propia silla mientras él se recostaba en el diván. Luego, empezó a contarme de sus fantasías sexuales. Me dijo que se llamaba Jack.
De hecho, nunca más volví.
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