La vi parada en la
puerta. Su presencia hizo que diera un salto en la cama y fuera a recibirla con cierto recelo. No la esperaba. Le abrí la puerta de par a par y la invité a entrar, pero ella prefirió pasar
a través de la pared. Sorprendido, giré el cuerpo y apoyé la espalda en la
puerta que se cerró sola. Me sonrió desde la cama y me hizo un gesto de complacencia. Intimamos. Cuando salió, me atravesó el
corazón.
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