miércoles, 13 de diciembre de 2017

LA IDEA

El escribiente golpetea el teclado con la delicadeza de un oso. El detenido, azorado, observa con cierta admiración el certero golpe sobre la tecla que le corresponde a cada una de las letras de su apellido y nombre. Se imagina el dedo de ese policía en el percutor de su arma reglamentaria, disparando a mansalva sobre su cuerpo enjuto. 
Desiste de la idea de escaparse. Aprovechará el tiempo y estudiará abogacía; al fin y al cabo, la puntería no deja de ser un juicio.

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