El vuelo cruzaba el triángulo de las Bermudas. Aunque despierto, tenía mis ojos cerrados mientras escuchaba música suave. De repente sentí una fuerte sensación de vacío, como si hubiéramos caído en un pozo de aire. Miré a mi alrededor y todos los pasajeros dormían. El vuelo era tranquilo, entonces pensé que tal vez fuera hambre; consulté con mi reloj y advertí que faltaba muy poco para que sirvieran la cena. Volví a cerrar los ojos y esperé.
Pasaron unos minutos y me volvió esa misma sensación, pero esta vez fue muy distinto. Frente a mis ojos, parada a espaldas del pasajero de adelante, se recortaba una figura humana, casi espectral. Poco a poco fue ganado nitidez y la pude ver completa, aunque miraba hacia el frente, por lo que no pude ver su rostro. Se movía con dificultad como si quisiera salir del aprieto que le producía el respaldo del asiento y la espalda del pasajero. Cuando pudo liberarse, empezó a caminar por las cabezas de los pasajeros que aún dormían. Se detuvo frente a mí. Yo estaba paralizado por completo, quise gritar, pero no me salía la voz. Su rostro me resultaba borroso, irreconocible y, por último, invisible. Sentí un aire helado recorriendo mi cuerpo. En eso apareció la azafata, caminó unos pasos y se detuvo en el pasajero que estaba sentado frente mío, de donde había salido el espectro que ya se había disipado
- Señor, señor - le habló al pasajero-, se encuentra usted bien?
El hombre no respondío
-Dios mío -dijo- respóndame, por favor! está bien?
De repente se escuchó la voz del comandante: "Señores pasajeros. Se ruega permanecer en sus asientos con los cinturones abrochados. Estamos en una emergencia. Por favor guarden calma. Un espectro tomó el control de la nave.
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