miércoles, 4 de julio de 2018

LAS LLAVES DEL REINO

El ángel caído, había dejado, en su derrotero hacia el exilio definitivo, un agujero en el cielo.  Rápido de reflejos, el ejército celestial buscó remendar tamaño orificio antes de que el expulsado aprovechara esa fragilidad y se colara nuevamente entre las huestes celestiales y las contaminara con su proyecto independentista. Pero tanta fue la premura y hasta el arrebato en la tarea de enmendar que, una vez que habían cerrado y reforzado las paredes dañadas, varios ángeles habían quedado del lado de afuera sin posibilidades de volver a entrar y, como no podía ser de otra manera, el caído los arrastró  hacia sus nuevos aposentos. De inmediato, los puso a trabajar en el refuerzo de sus muros de tal manera que, ninguno de los que allí entrara, pudiera hacer un agujero y subir hacia el cielo. Entonces, los obreros angelicales pensaron que lo mejor sería cumplir la tarea del lado de afuera, de manera que, cuando terminaran pudieran regresar a sus moradas celestes. Pero todo fue en vano, quedaron fuera del averno y fuera del cielo. Estos son los responsables de que vivamos perdiendo las llaves, pues son ellos quienes se las llevan pensando que alguna, entre tantas,  puede ir bien en las cerraduras eternas.

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